Ferrocarril de Cuernavaca 780 

Ferrocarril de Cuernavaca 780


Parecía indicar que este predio tan estrecho estaba destinado a ser un espacio sobrante en la ciudad. Atrapado entre una angosta calle y las antiguas vías del Ferrocarril de Cuernavaca, era difícil imaginar que se edificaría ahí una torre esbelta, capaz de adaptarse a las limitantes del terreno con agilidad, como una de esas plantas que crecen en las condiciones más adversas y de la manera más inesperada. 

Formalmente hablando, el edificio es resultado del análisis y la reinterpretación del ensamblaje de la arquitectura clásica, el estudio de sus proporciones estéticas y la incorporación de secciones áureas en cuanto es posible, del entendimiento constructivo del acero, el concreto y el cristal en la arquitectura moderna, y la respuesta a las condicionantes propias del terreno. Su volumetría se configura por basamento, fuste y capitel, evidenciando su carácter a partir de las distintas modulaciones y tamaños de cancelerías, y, su estructura utilizada como fachada, aparece como la respuesta evidente para solucionar la necesidad de liberar las plantas de obstrucciones estructurales. Este planteamiento constructivo genera a su vez módulos que otorgan eficiencia al uso del espacio interior y ordenan sus fachadas, las cuales, delimitadas por un contexto meramente urbano, se muestran casi en su totalidad acristaladas con la intención de captar la mayor cantidad de iluminación natural y conectar el edificio con su entorno. 

Su pesada materialidad de acero nos recuerda el pasado industrial de esta zona que alguna vez fue periférica, hoy en día renovada y convertida en uno de los distritos con mayor desarrollo cultural, económico y de infraestructura de los últimos años dentro de la Ciudad de México. Este mismo pasado resuena en el nombre del edificio, que con su fuerza sonora emplaza la torre a un costado de las antiguas vías del tren. La racionalidad, el orden y el cuidado de las proporciones son considerados como los principios que rigen este proyecto. 

Sin desentonar con su alrededor, la edificación presenta una forma irrepetible. Forma que, dependiendo de dónde y cuándo se mire, cambia para el observador, adquiriendo lecturas diferentes entre sí. Su fuerte identidad ofrece un ambiente óptimo para que la torre desarrolle vida propia una vez que sea habitada. Tecnología y arquitectura se entrelazan para componer un sistema flexible, capaz de garantizar un uso eficiente de energía y recursos. 

Ferrocarril de Cuernavaca 780 no sólo se adapta, sino que participa en la regeneración del ecosistema urbano a su alrededor. Asume su responsabilidad con el espacio público y establece un diálogo con las vías del ferrocarril, las cuales, reutilizando la infraestructura existente, se han convertido en un parque lineal que ha traído consigo nueva vida al barrio. De ahí que parte del predio se haya utilizado no para erigir más metros de construcción, sino para ampliar el espacio público, conectando y generando flujos de circulación. De ahí también que se piense en un local comercial en la planta baja que contribuya a la dinámica del ambiente. Así, al igual que parques y museos a su alrededor, el edificio asume la tarea de contribuir a la creación de un tejido urbano resiliente, donde pasado y presente se encuentran en la generación de una imagen propia del futuro de la ciudad.